La práctica docente ha sido históricamente uno de los ejes fundamentales en los planes de estudio de la Educación Normal. A través de jornadas de prácticas, los estudiantes tienen la oportunidad de vincular sus saberes teóricos con la realidad educativa, enfrentando situaciones auténticas en el aula y desarrollando habilidades profesionales esenciales para su formación como futuros docentes.
La práctica no solo representa un espacio para aplicar conocimientos, sino que también se convierte en una experiencia formativa en sí misma. Desde el inicio de su trayecto académico, las y los estudiantes normalistas comienzan a construir su identidad docente a partir de sus propias vivencias escolares. En este proceso, aprenden a articular sus acciones pedagógicas para responder de manera pertinente a las necesidades de aprendizaje de los grupos que atienden. La práctica adquiere así un significado transformador, al entenderse desde el contexto real donde se desarrolla.
Dentro de esta perspectiva, es imprescindible que las y los estudiantes participen activamente en prácticas de intervención en escuelas de Educación Básica. Estos espacios les permiten experimentar la complejidad del quehacer docente en escenarios reales, tomar decisiones informadas, resolver problemáticas educativas y poner en juego sus competencias pedagógicas, didácticas y metodológicas adquiridas en la Escuela Normal.
Una intervención prolongada en contextos escolares fortalece el proceso formativo del normalista, al ofrecerle la posibilidad de sistematizar experiencias, recabar evidencias sobre el funcionamiento del currículo, promover ambientes de aprendizaje inclusivos, planear y organizar la enseñanza, aprovechar adecuadamente los recursos didácticos y comprender en profundidad los procesos de evaluación. Todo esto se realiza desde una mirada crítica y contextualizada, que considera los aspectos sociales, culturales, lingüísticos y comunitarios de cada entorno educativo.
La formación de docentes comprometidos con una educación de calidad requiere de una integración coherente entre la teoría y la práctica. Por ello, las prácticas profesionales deben orientarse a desarrollar un acompañamiento reflexivo y diferenciado, que favorezca el logro de los aprendizajes y el perfil de egreso de los estudiantes de Educación Básica. Este acompañamiento debe estar sustentado en fundamentos teóricos, pedagógicos, técnicos y tecnológicos alineados a los planes y programas vigentes, así como a la normativa que rige el sistema educativo.
En este contexto, el área de Vinculación con Educación Básica cumple un papel estratégico. Se encarga de diseñar, presentar y socializar el proyecto de prácticas profesionales con estudiantes, docentes y autoridades educativas; gestionar los espacios necesarios en las instituciones receptoras; y apoyar en la organización y asignación de las estancias de práctica, siempre en estrecha coordinación con los docentes responsables de los cursos.
Por su parte, los docentes titulares de grupo en las escuelas de Educación Básica desempeñan un rol esencial durante las prácticas. Su colaboración activa y acompañamiento pedagógico permiten al estudiante normalista desenvolverse en un ambiente formativo real, brindando información relevante del grupo, orientando la planificación de actividades y observando su desempeño. Asimismo, son responsables de evaluar objetivamente el desarrollo de cada jornada, establecer espacios de retroalimentación y velar por la seguridad física, emocional y académica tanto del grupo escolar como del estudiante en formación.
En caso de presentarse situaciones que comprometan la integridad de los alumnos o del grupo, el docente de Educación Básica deberá notificar de inmediato a la Escuela Normal para su adecuada atención. La corresponsabilidad entre ambas instituciones garantiza un entorno propicio para la formación profesional, asegurando que las prácticas docentes cumplan con los estándares de calidad y pertinencia requeridos por el sistema educativo nacional.
