La política educativa que actualmente prevalece, a nivel mundial, reconoce la necesidad de intensificar el aprendizaje y la enseñanza de lenguas extranjeras en aras de una mayor movilidad, una comunicación internacional más eficaz combinada con el respeto a la identidad y diversidad cultural, un mejor acceso a la información, una interacción personal más intensa, una mejora de las relaciones de trabajo y un entendimiento mutuo más profundo. Sin embargo, para lograr lo antes mencionado es primordial que se fomente el aprendizaje de idiomas como una tarea a lo largo de toda la vida y que se facilite durante toda la escolaridad, desde la enseñanza preescolar hasta los grados de formación últimos, principios que aglutina el Marco de Referencia Común Europeo.
Así, el objetivo principal de la enseñanza de LE es lograr en el usuario la COMPETENCIA COMUNICATIVA (CM). Si por un lado, las competencias, en lo general, son la suma de conocimientos, habilidades y características individuales que permiten a una persona realizar acciones, por el otro, las competencias comunicativas son aquéllas que posibilitan a una persona actuar utilizando específicamente medios lingüísticos. De ahí que cuando se enseña una LE se enseña al aprendiente a ser competente en tres componentes de la CM que son el lingüístico (conocimientos y habilidades léxicas, fonológicas y sintácticas), el sociolingüístico (condiciones socioculturales del uso de la lengua) y el pragmático (el uso funcional de los recursos lingüísticos: producción de funciones de lengua, actos de habla) De este modo, el propósito estatal por el cual se crea al Centro Regional de Lenguas Extranjeras (CRELe) es, precisamente, dar respuesta a las necesidades, de formación complementaria a lo largo de toda la vida, de nuestra sociedad que se encuentra inserta en un mundo multicultural y multilingüe.
